martes, 21 de febrero de 2012


Había una princesa...que debía casarse pronto. La princesa tenía muchos pretendientes en toda la ciudad y no sabía por cuál decidirse. El rey propuso una prueba: todo aquel que quisiera la mano de su hija, debía permanecer al menos 365 días en la muralla del castillo, sin retirarse bajo ningún concepto. Y así lo hicieron, aquel uno de enero, cientos de caballeros y campesinos poblaron la muralla. Como hacía frío, nevaba, llovía, etc, durante el invierno, decenas de ellos abandonaron la batalla. En primavera otros tantos. En verano con el calor, el sol, deshidratación, muchos fueron abandonando...Hasta que a las navidades siguientes, sólo quedó uno de ellos. Uno que la princesa ya había visto desde hacía tiempo, de hecho desde siempre, y siempre tuvo sus esperanzas puestas en él, o eso decía, esperaba que pasase la prueba de su padre para poder contraer matrimonio, uno al que la princesa iba a visitar de vez en cuando y le acercaba comida y agua. El día 31 por la noche, el rey y la princesa se acercaron al muchacho para darle la enhorabuena, sólo debía esta rallí una noche más, con el frío de la navidad, y el 1 de enero se casaría con su hija, tal y como tanto deseaba.
Esa noche el chaval recogió sus cosas y se fue a casa abatido. Al llegar, su madre asombrada le preguntó qué hacía allí, había aguantado 364 noches ¿y no podía esperar una más?
El muchacho contestó: "madre, sabes que siempre quise a la princesa, y sé yo que ella dijo quererme alguna vez...pero alguien que realmente me quiere, me hubiera perdonado una noche de sufrimiento"...

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